Durante las últimas semanas he seguido de cerca la pelea que hay en el gobierno de Chile por implantar la nueva ley de Tabaco. Ya era hora que se pusieran las pilas para resolver el problema.
¿Cuál problema?, se preguntará la mayoría de los chilenos
Muy simple: el reconocer de una vez por todas el derecho que tiene la gente a respirar.
Lamentablemente la mayoría de los chilenos piensa que la gente tiene derecho a fumar cuando se le de la gana, pero se olvidan de una cosa muy importante: la libertad de cada uno está limitada por la libertad de los demás. Si una persona fuma, está en su derecho de hacerlo, siempre y cuando no limite el derecho de otras personas a respirar.
Desde hace dos años que estoy viviendo en Connecticut y una de las cosas que más me gusta de aquí es que las leyes antitabaco son extremadamente estrictas, incluso más restrictivas que la que están discutiendo en Chile. Acá en los locales públicos no existe separación entre fumadores y no fumadores; simplemente esta prohibido fumar. En las discotecas, bares y restaurantes, la única forma de satisfacer el vicio es saliendo al patio, porque dentro de los locales no se puede. La publicidad de cigarrillos esta absolutamente prohibida en todas sus formas.
Yo se que a mucha gente en Chile se le pondrían los pelos de punta con estas reglas ("No se pueden pisotear nuestros derechos de esa forma", alguna vez me dijeron al comentar que en nuestro país podrían hacer algo similar), pero nadie puede negar que es realmente agradable poder ir a un bar y volver a la casa sin oler a tabaco (ni tener que someter mi ropa a un proceso de descontaminación), y sin los bronquios tapados.
Para que aquellos que no son capaces de entender lo que estoy diciendo voy a explicarlo con una analogía: imagínense que hubiera gente (una mayoría) cuyo vicio sea comer porotos. Todos sabemos que pasa cuando después de comer este plato típico. Ahora imagínense que cada vez que uno fuera a un lugar público, aquellos "poroto-adictos" se dedicaran a "evacuar de sus intestinos aquellos gases producto de su vicio que necesitan ser expelidos con urgencia". Imagínense sentir aquel olor cuando uno está en la mitad de aquel almuerzo que prometía ser una velada tan especial, o en el bar con los amigos, o en la disco bailando con la polola. Imagínense que aquel "acto de evacuación" fuera socialmente aceptado y además fomentado como una forma de socializar y hacer amigos. Imagínense además que aquel olor es tan fuerte que queda pegado a la ropa y al pelo por horas, y que además produce cáncer, no al que lo evacúa, sino al que tiene la "fortuna" de aspirarlo.
Supongan que ustedes son de aquellas pocas personas que no les gusta sentir aquellos olores. Cuando tratan de decirles a sus amigos que el olor les molesta, ellos les dicen "ya te acostumbrarás" y te incitan a comer porotos y a evacuar el olorcito. Los menos educados ni siquiera les preguntan antes de "soltarlo" con un sonido escandaloso y apuntándolo directamente a sus caras.
Imagínense que por fin el gobierno se da cuenta que estas prácticas no son buenas para la salud e inicia un proceso para sacar una ley que restrinja la evacuación de gases tóxicos, sin embargo, las compañías que venden porotos empiezan a hacer lobby para que la ley se suavice y sus clientes puedan seguir con el vicio. Finalmente como hay tanta plata de por medio, la ley nunca se aplica. Y así ustedes, pobres sujetos, tienen que seguir soportando los olorcitos de los demás si es que quieren tener algo de vida social.
¿Qué les parece esta analogía? ¿ridícula?, ¿vulgar?. Pues así es como pienso y siento yo respecto al cigarrillo y la gente que lo disfruta. Esta historia que puede sonar algo exagerada, refleja con lujo de detalles la realidad que vivimos muchas personas, dentro de las cuales me incluyo. Lástima que en Chile muy pocos sean capaces de ponerse en el lugar de los no fumadores.
